Capilla de los Dolores, Otero (Castro, Liébana, Cantabria)

"Píldoras de Historia"

CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
DE OTERO DE CASTRO (CILLORIGO DE LIÉBANA)

César Gutiérrez Fernández (publicado en su Facebook). 8/4/2022

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Con motivo de cumplirse los doscientos años de la inauguración de la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores de Otero, he estado dando el cante a mis informantes anónimos, y esto es lo que me han contado. Se sabe poco de esta joyita: un buen campo de entretenimiento para los curiosos de pueblo como yo.

"Se hizo esta capilla a espensas de doña Manuela Enríquez, natural de esta casa y vecina de Sevilla. Año de 1822".

Virgen de los Dolores

Esta es la inscripción que preside la entrada de la capilla de los Dolores de Otero, y, de momento, poco más se conoce documentalmente de la historia de este pequeño templo y de los motivos que llevaron a su promotora a construirlo junto a la casa-torre de sus mayores, hace ahora doscientos años.

Sabemos, eso sí, que Manuela Enríquez de Otero y Fernández de la Lama, nació en esta linajuda casa el 20 de agosto de 1778, que era hija de Cosme Enríquez de Otero y Trespalacios, de la misma casa, y de Felipa María Fernández de la Lama y Salceda, natural de Bárago (Cereceda de Liébana).

También era de Bárago Francisco Antonio Fernández de la Lama y González de Salceda, bautizado en el mismo pueblo el 24 de octubre de 1762, con quien se casó Manuela en fecha y lugar que desconocemos, aunque cabe suponer que fuera en Sevilla, donde seguramente estaba ya establecido Francisco Antonio.

Se trataría, pues, del matrimonio de un jándalo, mas, atendiendo a los antecedentes familiares de los esposos, a su más que probable parentesco, a la diferencia de edad, y a los datos que sobre sus descendientes recoge Dalmiro de la Válgoma en su publicación sobre la Real Compañía de Guardias Marinas, es inmediato pensar que no estamos ante un "Celipuco el de Chisco" que retratara con sátira José María de Pereda en sus Escenas Montañesas (1864):

"Mucha bulla, pocas nueces;
mucha paja, poco trigo"...

A la misma conclusión podemos llegar observando la cuidada construcción de la capilla: poco tiene que ver con la precariedad de tantas ermitas lebaniegas, y si bien no responde a un plan novedoso, sí supone una aportación original en el limitado repertorio de la arquitectura neoclásica de la comarca, quizá en la estela de la iglesia parroquial de Salarzón, promovida poco antes por el Conde de la Cortina en el mismo Valle de Cillorigo.

La capilla está construida con fábrica de sillería de piedra arenisca en la fachada principal, el retablo y la pequeña espadaña, y obra de mampostería en el resto de sus muros, con esquinales y formación de huecos de sillería; presenta su única nave dividida en tres tramos, con una pequeña cúpula que no llega a semiesférica sobre el central, enmarcada por cuatro arcos de medio punto; los cortos tramos extremos, a los pies y a la cabecera, cuentan con sendas bóvedas de cañón.

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A continuación de la nave, adosado al testero oriental y comunicado con ella mediante dos puertas situadas a ambos lados del altar, un cuerpo más bajo alberga la sacristía, con dos pequeñas bóvedas de arista sobre un arco de medio punto dispuesto en el eje central del edificio. Al exterior, solo este cuerpo oriental se diferencia en la sencilla volumetría del edificio, y cada una de las dos partes cuenta con tejado a tres aguas, coronando el muro este de la nave una airosa espadaña con un único hueco.

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