Píldoras de Historia

"Día de las Escritoras"

16/10/2017

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Hoy se celebra el "Día de las Escritoras". Desde VL aprovechamos tal circunstancia para recuperar un texto de una escritora cántabra relacionado con Liébana. Se trata de Concha Espina, poeta, novelista, dramaturga y periodista, que estuvo a punto de ganar el Premio Nobel en 1926, según se da cuenta en una exposición abierta hasta marzo en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, dedicada a "Mujeres Nobel". (Más información en www.elpais.com).

El artículo que reproducimos fue publicado en varios periódicos españoles en 1918 bajo el título "Jerusalém cántabra" y, como puede deducirse, está dedicado al monasterio de Santo Toribio. En él realiza afirmaciones históricas, como la de que Santo Toribio de Astorga fundó el año 461 la iglesia de San Martín o la de que descendía de la familia Mogrovejo ("Negrovejo" en el texto”), tomadas de los "Recuerdos de Liébana" de Ildefonso Llorente, que hoy en día no son aceptadas por la historiografía. Con todo, éste es el artículo:

Jerusalém cántabra

Año del jubileo de la Cruz, año de gracia es este, que piadosamente nos lleva a recordar hazañas y prodigios realizados por centenares de generaciones a la sombra del Arbol redentor.

Hemos elevado el peregrinaje fervoroso de nuestros recuerdos al emperador Constantino, descollante figura universal en la paz de la Iglesia Católica. Y luego de ungir con devotísimas fiestas este insigne centenario de la paz, hemos convertido nuestra devoción a los familiares rincones de la patria donde la Santa Cruz tiene reliquias, monumentos y cultos especiales; ningún trono de éstos se ofrece a nuestras ansias tan colmado de privilegios y tan resplandeciente de gloria, como el montañés Santuario de Santo Toribio de Liébana.

Uno de los tres santos de este nombre que más enaltecieron la región liebanense, fue aquel esclarecido Obispo de Astorga y de Tuy, nacido en Betanzos hacia el año 400 y descendiente de la ilustre familia de Negrovejo, cuya casa torre señorial aún se conserva entre las más antiguas y linajudas de la noble estirpe cántabra.

Peregrino en los Santos Lugares, lleno de virtudes y de méritos, este Santo Toribio mereció del patriarca de Jerusalém, con otros honores, el inestimable don de «un arca llena de reliquias» entre las cuales figuraban parte de la cadena con que Jesús fue atado a la columna en el pretorio de Pilatos, y un trozo «bastante grande» del Santísimo Leño, único que ha entrado en España y que algunos historiadores designaron como un brazo entero de la Cruz: de él proceden cuantas astillas del mismo origen se veneran en nuestra Nación.

Agitada como casi todas las grandes vidas, la del santo brigantino fue muy fecunda en vicisitudes y accidentes. Huyendo de una bárbara invasión goda, capitaneada por el arriano Teodorico, buscó para su tesoro un refugio en Asturias donde fundó la Iglesia Santa María de Montsacro. Y aún perseguido allí como enérgico impugnador de los errores priscilianos, acogióse al inexpugnable rincón de Liébana, del cual era oriundo, y fundó en 461 la iglesia de San Martín sobre la profunda vertiente de la montaña Viorna: aquí dio firme asilo a las santas reliquias de Jerusalém que no abandonaba jamás.

Pero, transcurridos algunos años en la apacible quietud de nuestro eremítico país, acudió de nuevo, con su «arca santa» a la sede de Tuy, donde el Papa San León el Magno le necesitó y desde cuya silla episcopal prestó a la Iglesia incalculables servicios, presidiendo concilios y condenando herejías: investido con la extraordinaria dignidad de Legado de San León, murió dentro de su diócesis, en gloriosa vejez.

Y, desde entonces, disputáronse, con los restos del Santo, la Sagrada herencia de las reliquias, Betanzos, Astorga y Tuy, al través de los siglos; hasta que en el VIII, durante el reinado del cántabro Alfonso el Católico, volvieron el santo cuerpo y las preciosas reliquias a la Iglesia de San Martín de Liébana, la cual desde aquel día perdió su nombre primitivo para hacerse famosa con el de su fundador.

Otro Santo Toribio, nacido en Turieno, hijo del Régulo de Armaño, patricio de Roma y señor de Liébana, había fundado en 509 un monasterio benedictino anejo a la primitiva iglesia de San Martín: el cuerpo del insigne varón conocido por Santo Toribio de Liébana reposa junto al de su homónimo en el célebre santuario.

Posteriormente, en 1713, la obra del afortunado templo fue avalorada por la construcción de un magnífico camarín y un claustro, espléndidamente costeados por otro ilustre montañés, don Francisco de Otero y Cosío, natural también de Turieno, arzobispo de Santa Fe de Bogotá, Capitán general y Virrey de Nueva Granada.

El Camarín es un precioso recinto edificado con piedra del país, ornamentado en la cúpula con mármoles y labores de reconocido mérito. Allí se alberga la reliquia de la Vera Cruz en un altar de cuatro fachadas, dentro de un relicario de oro y piedras preciosas; estatuas de los fundadores, sepulcros de santos, joyas de piedad y de arte, engrandecen el insigne templo montañés.

La noble tierra, fecunda como pocas en varones hazañosos y eminentes, en santos y príncipes, la que fue cuna de Don Pelayo el héroe de Covadonga y del Rey Don Alfonso el Católico, supo dar cariñoso albergue al excelso botín conquistado en Palestina por un santo español, y que providencialmente estaba destinado a pasar al abrigo de nuestras asperísimas montañas, en el fondo augusto de estos valles solemnes, entre seculares bosques de nogales y encinas, al amparo colosal de los Picos de Europa; aquí donde la Naturaleza parece haber dispuesto para el tesoro de Tierra Santa un formidable relicario de cumbres inaccesibles y de gigantes cordilleras.

El celosísimo Obispo de Santander prepara, ahora, una solemne peregrinación a Santo Toribio de Liébana: dícese que los más eminentes oradores sagrados acudirán a este rincón de España para contribuir en conmemorativas fiestas al ensalzamiento de nuestra gran reliquia de la Cruz.

Y mi pluma montañesa se complace enviando un saludo reverente a la «cántabra Jerusalém».

Concha Espina de Serna

Comillas Septiembre de 1918.


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