"Píldoras de Historia"

La Pascua en Liébana en las primeras
décadas del siglo XX

Gabino Santos Briz. 17/4/2022

Después del «recogimiento y privación propios de la Cuaresma», la celebración de la resurrección de Jesucristo conllevaba «una Pascua risueña, alegra, bullanguera». Esto escribió en 1934 el corresponsal en Potes de El Pueblo Cántabro y es algo que constatan todas las crónicas que conocemos del primer tercio del siglo XX.

En ellas, en el aspecto religioso, no se suelen dar muchos detalles. Se destaca la solemnidad de la celebración, dando algún año información de los oficiantes de la misa y de los cantos (en 1900, por ejemplo, «cantó el coro de aficionados de esta villa por vez primera la hermosa Misa de Prado, en sol menor, bajo la dirección del señor Alonso»; en 1913, «la misa solemne de Pascua, cantada con acompañamiento de Coros del pueblo»; en 1932 «cantada por la capilla y el coro de colegialas del Convento de Nuestra Señora de la Compasión») o de la procesión (en 1913 «procesión del Encuentro, con el Santísimo»; en 1932, año en que la República prohibió la celebración pública de procesiones, se dice que «tuvo lugar por el interior de la iglesia»).

Baile en Potes. Foto de la colección de Lourdes Gutiérrez Palacios

Más información proporcionan del aspecto social. Por un lado, los jóvenes celebraban bailes, como quedó constancia, por solo poner un ejemplo, en 1913: «Ya el domingo invitó a los jóvenes al baile y hay que ver cómo aprovecharon el tiempo. En toda la tarde y parte de la noche no se paró de bailar. Incesantemente estuvo el manubrio con sus notas animando la plaza, consiguiendo dos cosas: la diversión de la juventud, que no dio descanso a los pies, y el recreo que sus notas proporcionó a los vecinos de la plaza».

El domingo y lunes de Pascua eran días en que se celebraban funciones teatrales. Un ejemplo, de 1934, fue la representación de «la obra titulada "Las del sombrerito verde", de G. y A. Cadenas y Enrique F. Gutiérrez Roig, obra de fino humorismo y de sana moraleja, siendo bien interpretada por las señoritas María G. Enterría, Matilde Bulnes, Sofía Sánchez, Teódula Gómez, Eloisa Gómez y Benigna Mayordomo, y los jóvenes Ángel Inciertos, Nicasio Robles, Miguel Gómez, José Antón y Celestino Onsín. A los directores de escena señorita Carmen Carande y el joven don Pedro Lafuente se les puede dar la enhorabuena».

Pero el lunes de Pascua, en el que además se celebraba uno de los mercados, incluyendo ganado, más importantes del año, tenía un papel importante en la juventud lebaniega. Lo contaron, entre otros años, en 1934: «Hoy, lunes, se han visto las calles de Potes, las que conducen desde San Roque a la Serna, atestadas de gente joven que han bajado hasta de los pueblos más distantes de la comarca. Este día, como otros análogos, se llama "de la juventud", porque ellos les sirven para conocerse muchos, darse cita otros, saliendo de esto buenas amistades y relaciones».

También en 1929: «La Plaza y las calles céntricas de la Villa se vieron llenas de animación y bullicio, pues es el lunes que la juventud de los pueblos de los Valles se da cita en Potes para lucir ellas sus galas de primavera y para pasar ellos revista a todas las muchachas guapas de Liébana».

Y en 1925: «La juventud lebaniega, ya de tiempos remotos, acostumbra a hacer fiesta el lunes de Pascua y con sus mejores galas bajan a Potes a expansionarse, viéndose lindas y majas parejas cruzar una y más veces las calles que, abarrotadas de gente, apenas dejaban dar un paso, notándose, no obstante, que se cumple aquel refrán que dice: "A las orillas de pozos nadan los juncos; a las mozas y mozos siempre vi juntos". Este refrán me lo enseñó un "mozucu" de Aniezo, que se llama Plácido Cuevas, y que como es lógico no faltó ese día en Potes».

Si esto ocurría en Potes, en los pueblos, a menor escala, sucedía otro tanto y, así, en las crónicas de los corresponsales de La Voz de Liébana de aquellos años vemos cómo también celebraban bailes, como reflejó el de Bejes en 1932 o el de Valderrodíes en 1921, cuando dice que vuelven a sonar las panderetas y los bolos; o peleas de toros, como la de los de Espinama y Pido de 1907; o funciones teatrales, como la de Perrozo de 1919.

La Pascua de Resurrección era, pues, tiempo de alegría.

Fuentes: La Atalaya, 25/4/1900; El Pueblo Cántabro: 19/4/1922, 16/4/1925; La Voz de Cantabria, 25/4/1930, 31/3/1932, 5/4/1934; y La Voz de Liébana.

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