Píldoras de Historia

El puente de Tama

12/05/2018

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Quien recorre los pueblos de Liébana se sorprenderá al encontrar en Tama un monumental puente sobre el río Deva que, aparentemente, no lleva a ningún lugar importante. Además, la piedra grabada a su vera que recuerda que "Reynando Carlos IV se hizo este Puente a espensas del Bastón de Laredo. Año de 1792", confirma la importancia que en su momento se dio a este puente, parte de cuya historia contamos a continuación.

Según leemos en el libro sobre "Los caminos de Liébana", desde Potes salía un camino en dirección norte que, tras pasar el río Bullón en Ojedo, se dirigía hasta Tama donde se bifurcaba. Una de las opciones seguía hacia el Valle de Bedoya, el Camino Real de la Costa. La otra cruzaba el Deva «hacia el puerto de Pelea, por donde venía el "Camino Real del Principado de Asturias para ir a la villa de Potes y a los Reinos de Castilla [y] León"», si bien tenía una bifurcación, casi más importante, a la altura de la ermita de San Francisco, que salía hacia el núcleo de Castro donde, mediante otro puente, del que quizá nos ocupemos en otro momento, volvía a la margen derecha del Deva siguiendo hacia Lebeña y de allí hacia la costa bien por la Canal de Franco bien por el collado de Arceón.

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Por lo tanto, el puente de Tama se inscribe en estos caminos reales que conectaban con Asturias y la costa, caminos que perdieron su importancia a raíz de la apertura de la carretera del Desfiladero de La Hermida hacia 1864. El camino y su puente existían en Tama desde varios siglos atrás pero riadas ocasionales o el hundimiento del puente forzaban a su reparación cuando era necesario. Así ocurrió en la segunda mitad del siglo XVII, cuando se recurrió a canteros trasmeranos para su remodelación. Se cita a Pedro de Arco-Agüero como su constructor en 1666 pero la obra se debió de prolongar durante varios años y sin buenos resultados. Así, en 1669 eran Juan de Orejo y Diego de Zorlado los que trabajaban en el puente; en 1679, Juan de la Lastra, Antonio de Villa y Pedro de Arco; y, ya en la primera mitad del siglo XVIII, se menciona a Juan Tío Gajano, Juan de Rubín y Francisco de Casuso Agüero.

Pese a ello, el puente de piedra «cayó y le llevó el río en grande parte» y «se suplió con otro puente de madera» que sirvió para el tránsito «peonil» y de alguna caballería, con gran riesgo, «de que se han seguido muchas desgracias como es haberse ahogado un hombre que pasaba dicho río en un carro y uno de los bueyes que llevaba y otros han caído de dicho puente de madera maltratándose y hiriéndose», motivo por el cual el Concejo de San Sebastián pedía en 1726 a la Provincia de Liébana, que es a quien competía, que lo reedificara.

Parece que fue a raíz de esta solicitud cuando, en 1727, intervino Juan Rubín de Colombres, cantero vecino de Pesués, pero su actuación no solucionó el problema, al menos de modo duradero, por lo que hay que esperar varias décadas para que se afronte definitivamente. En un documento de 1789 leemos que se presentó recurso por el ayuntamiento de la Villa de Potes y Provincia de Liébana al Real y Supremo Consejo de Castilla pidiendo «se les concediese los fondos necesarios para la composición así de los caminos y quebrantos con que se hallaba dicha Villa y Provincia como para hacer de nueva planta los puentes que se avían arruinado [...] con las avenidas de aguas y en virtud de dicho recurso y diligencias en forma que se tomaron en el asunto se estimó por dichos señores la ejecución de ellas comenzando con la fábrica de el puente que se nombra de Tama».

Para la financiación de estas obras, «con las cantidades que fuesen necesarias», se aprobó por el Real Consejo de Castilla un «arbitrio de ocho maravedíes por cada cántara de vino de la propia cosecha, doce por [palabra ilegible] de acarreo o forastero y veinte por el de aguardiente que se consume en todo este Bastón de Laredo», arbitrio destinado además de a estas obras a la de «el puente de tras la Villa de San Vicente de la Barquera inclusa en dicho mismo Bastón».

El ayuntamiento de Potes y la Provincia de Liébana nombró como depositario a don Manuel González de Piñera, vecino del Concejo de San Sebastián, del que era regidor, quien se obligó a correr con «la percepción y distribución de los caudales destinados a la ejecución de las obras resueltas y acordadas por el Supremo Consejo en esta provincia, ajustes y pagos de sus respectivos salarios a todos los maestros y operarios que en ella se empleasen, sacadores y conductores de materiales y demás que en ella se ocuparen y puntualizar la cuenta y razón de todo con recibos formales de unos y otros», escritos juntamente con el arquitecto encargado de la ejecución y, si estuviere ausente don Manuel, por quien le sustituya.

Don Manuel González de Piñera tuvo que presentar como garantía para hacerse cargo de la depositaría numerosas fincas de su propiedad y de su esposa, doña Gertrudis de Linares y Cosío, y, además, presentó como fiadores a don Antonio de Reda, vecino de Viñón; a don Antonio de Noriega, de Frama; y a don Josef de la Canal, del Concejo de San Sebastián, a los que se sumó posteriormente don Josef de las Cuevas, vecino de Baró. Incluso el mismo Concejo de San Sebastián acordó en un concejo de sus vecinos afianzarle igualmente.

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De las obras del puente de Tama, la primera emprendida en Liébana, se encargó el arquitecto Alfonso Regalado Rodríguez, que formaba parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que da idea de la grandeza con que se emprendió. Tal vez por esa condición de académico debía querer dejarlo todo muy bien acabado lo que le originó alguna crítica. Así, cuando con fecha 4 de marzo de 1793 el Duque de Alcudia, primer secretario de Estado, comunicó al intendente de Burgos, José Antonio de Horcasitas, que procurara «prevenir al maestro director que en lo sucesivo se arregle a las leyes de sus nombramientos para hacer las obras sin tanta pulideza y magnificencia en semejantes parajes».

En esa misma comunicación se daba cuenta de que «En vista de lo poco que resta para concluir el puente que sobre el río Eba se construye en Tama, en la jurisdicción de Liébana, ha resuelto el Rey que se trabaje sin intermisión hasta conseguirlo, y en caso de que no pueda verificarse por falta de caudales, o por cualquier otro justo motivo, quiere S.M. que cesen los sueldos del maestro y demás empleados hasta que continuándose la obra, estén en efectivo ejercicio de sus empleos».

Nótese que, pese a que en la inscripción grabada en la piedra junto al puente se da la fecha de 1792, lo cierto es que a principios de marzo de 1793 aún estaba rematándose la obra, una obra que, en todo caso, se llevó a cabo con gran rapidez ya que si en febrero de 1789 el depositario, don Manuel González de Piñera, prestaba las fianzas necesarias para hacerse cargo del puesto, cuatro años después ya estaba prácticamente finalizada la construcción en la que no sabemos si se aprovecharía algo de lo realizado un siglo antes por los canteros trasmeranos que citamos. Lo que parece claro es que el tiempo transcurrido sin que hubiera puente restó uso e importancia al camino que por él pasaba y que, al final, quedó un «magnífico» puente, como lo califican en el Diccionario de Madoz de mediados del siglo XIX, pero «en semejantes parajes», sin camino apenas al que dar servicio.

En los sucesivos puentes de Tama se han ubicado diversos hechos históricos. Allí, junto al puente, se quiere situar en el siglo XVI una supuesta victoria de los comuneros, mandados en Liébana por Garci González Orejón, sobre las huestes del Marqués de Santillana (véase Ver). Allí, también, se dice que fue fusilado por los guerrilleros de tiempos de la Guerra de la Independencia un lebaniego supuestamente afrancesado. Allí, en octubre de 1952, caía abatido por la Guardia Civil "El Andaluz", uno de los guerrilleros anti-franquistas.

¡Cuánto contarían estas piedras, si pudieran!


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