Píldoras de Historia

La Santuca 1931

Reportaje publicado en "La Voz de Cantabria" el 5 de mayo de 1931. Está firmado por el escritor Manuel Llano.
NUESTRO REPORTAJE DEL DÍA
LA VIRGEN DE LA LUZ HA ENTRADO EN POTES

La Virgen y la pastora. Caminos de nieve. Pastores y labriegos. Las campanillas de La Santuca. Nieve y viento.

Una cruz en la frente

Todavía no raya el alba Señor. Tarda mucho en venir la claridad y el repique de las campanas. Nosotros estamos casi ateridos junto a las piedras de esta iglesia de Aniezo. El espolique parla, parla sin parar. Su voz se dilata en las sombras del pórtico con temblores de estremecimiento:

- "Una pastora de esti pueblu, guardaba un día las ovejas. Una tarde a la hora de apacentar, el rebaño se esparciú por lo más intrincau del monte y la probe pastora no podía reunile pa bajar al pueblu. Entonces empezó a llorar y a llamar a las ovejas, pero las ovejas no hacían casu de las sus voces. Ya empezaba a anochecer. La pastora estaba desesperá. Sentía entre la niebla los campanos del rebañu pero no veía a las ovejas. Por fin empezó a rezar y sintió un ruido muy suave. Miró a las hayas y vió a la misma Virgen María con el niño Jesús en los brazos. La Virgen se acercó a la pastora y la dijo que bajara a Aniezo y dijera al señor cura lo que había vistu, y que cavando allí mismu encontrarían una imagen de la madre de Dios para ser venerá en una ermita que allí se hiciera. Bajó la pastora a Aniezo y se lo dijo al señor cura. Pero el señor cura no creyó lo que contaba la pastora, que volvió al monte llorando. La Virgen la consoló, la juntó el rebañu y la hizo con los dedos una cruz en la frente que quedó marcá de color de rosa. Bajó otra vez al pueblu con el rebañu y enseñó al señor cura la cruz que tenía marcá en la frente. El cura se lo dijo al regidor de Aniezo y subieron muchos vecinos a Peña Sagra, al mismu sitiu en el que la pastora vió a la Virgen… Cava que te cava, encontraron a la imagen y al poco tiempu la hicieron su ermita. La Santuca está en esa ermita hace muchísimos años. Desde entonces se celebra esta procesión a la que vienen de todos los pueblos lebaniegos. El día 24 de abril la bajan a Aniezo, se celebra la novena y el 2 de mayo la llevan a Santo Toribio. Por la tarde de esti mismu día la vuelven a Aniezo, se hace otra novena y otra vez a la ermita de Peña Sagra…".

El despertar de Aniezo

Aumenta el rumor fuerte de herraduras en el camino real, en las camberas, en los senderos de roca. Se acercan las caravanas de los peregrinos. Botas ferradas y abarcas, entre los trotes que se aproximan con chispazos de piedra y retemblar de arreos. Ya vemos luces a través de los ventanos. Adentro crepitarán las árgumas y resoplarán los fuelles. Ya están iluminadas todas las ventanas de Aniezo y echan humo todas las chimeneas. A este portal de intemperie, con niales vacíos de golondrinas, llegan tristes y perezosas las primeras luces. Se va enervando el estruendo de las aguas, el tamborileo de los tarugos y de los zapatos ferrados que rechinan en las lastras. El día trae nuevos ruidos que aplacan los fragores medrosos de la noche. Ahora parece que duermen los ríos y los torrentes y los encinares que hace una hora confundían sus rebramidos y sus inquietudes rápidas. Amanecen húmedas las vides, las hazas, los tejados rojos de Aniezo. Portazos violentos de postigos, ruidos de cadenas en los establos, humaredas densas y negras que nos hacen descar el íntimo calor de las cocinas labradoras… El espolique ha despertado y dobla cuidadosamente la vieja manta de arriería. Continúa parlando sin cesar, entre bostezos, suspiros y escalofríos:

- "Este año para bajar a La Santuca de la ermita de Peña Sagra tuvieron los hombres que ir espaleando la nieve. Ha sido un invierno de los de peor semblante. La ermita está a mil doscientos setenta y cuatro metros sobre el nivel del mar. Figúrese los trabajos y espaleos para llegar hasta ella.

Muchedumbres peregrinas

Hombres cenceños, robustos, tozos, gallardos. Hombres de Valdeprado, de Pesaguero, de Caloca, de Espinama, de Vendejo, de Dobres, de Frama. Ancianos que han salido de sus casas lejanas al atardecer y han andado toda la noche para llegar a Aniezo. Viejecitas enlutadas, mozas de las serranillas del marqués de Santillana; pastores y labriegos de todas las mieses y de todas las majadas de Liébana; párrocos y capellanes; niños con medias blancas de lana y cayados tostados y pulidos; peregrinas con alforjas burdas; señoritos rurales; cavadores de viñas; aparceros y burgueses; mendigos y lisiados de Peñarrubia y de Polaciones; gentes sencillas de Colio, de Tama de los pueblos encaramados en las cumbres. Caras mansas, rapadas, morenas, gordezuelas de viejos rabadenes.

Toda Liébana aquí, en los alrededores de esta iglesia a la claridad indecisa del amanecer…

La Virgen de la Luz

Cantar suave de campanillas de plata. Muchas campanillas de plata en el trono de La Santuca. Su capa tiene hilos de oro y su cabecita es de alabastro. Ya asoma a la puerta de la Iglesia entre las cruces y los ciriales. Una transición profunda de silencio interrumpido por el llanto de algún viejo hincado en la tierra. Son las seis de la mañana cuando la larga comitiva se pone en marcha. En el camino susurra la letanía el son de las campanillas. Una letanía melancólica, dolorosa que comienza en Aniezo y termina en el monasterio de Santo Toribio para luego volver a empezar. Nosotros seguimos a esta procesión, camino de Frama, llenos de sueño y de cansancio. Los jóvenes se relevan en las andas pintadas, cada pocos minutos. En honor para ellos y homenaje a Nuestra Señora de la Luz , el sentir en los hombros el peso leve de la imagen chiquitina. Frama, Puente Ojedo, Potes. Breve descanso en Frama y en Puente Ojedo. La comitiva se nutre con nuevos peregrinos que viene de lejos. Ya avanza el día turbio y lluvioso. Los Picos están envueltos en nieblas densas que no acaban de desgarrarse…

Entusiasmo tradicional

Potes está a la vista. Tañen las campanas de todas las ermitas de la villa. Chisporrotea el pábilo amarillo en muchos corredores. Es más intenso el susurro de la letanía muchas veces acabada durante la larga peregrinación. A las puertas de la villa espera una gran muchedumbre. Los monaguillos de Aniezo y de Potes inclinan los ciriales y las cruces y chocan unos con otros los cirios y las cruces en beso metálico y violento. Potes muestra la emoción y el entusiasmo tradicional con el volteo de sus campanas, con el adorno de sus balcones. Viejecitas que ya no pueden andar están de hinojos entre las macetas de los corredores mirando tristemente la capa de la virgencita de la Luz que apacentó el rebaño de la pastora. Todo el pueblo trasciende a fe añeja. Al atravesar las calles estrechas y tortuosas de la villa, por entre las casas solariegas y los rabiones del Deva, todo el pueblo es una plegaria infinita, mezclada con sonrisas y lágrimas. Retruenan los pasos en los soportales sombríos, en el empedrado de las calzadas típicas, en la carretera que va al monasterio. Las viñas están solitarias. Entre las cepas ha quedado clavado el duro rejón, ocioso y hundido hasta que Nuestra Señora de la Luz retorne a los hayales de Peña Sagra…

El retorno

Despedida a la media tarde. A las diez y media de la mañana llegó la peregrinación al monasterio de Santo Toribio. Exaltación de la liturgia bajo las bóvedas del viejo templo. Los peregrinos han comido andando el pobre companage que traían en el blanco atadijo. De Santo Toribio a la parroquia, de la parroquia al exconvento de San Raimundo. Llueve incesantemente, al retorno, sobre las cabezas abatidas y descubiertas de los labriegos y los pastores. Una lluvia fría perseverante que resbala por las cabelleras, por los pañuelos, por los rostros, por el astil brillante de los ciriales, por las vestas y los roquetes rizados. Aguantan los peregrinos el azote de la ventisca como cilicio de penitencia, y ente el enojo de la tormenta, las voces viejas, jóvenes, maduras, devanan las salves y los rosarios hasta las pendientes de Aniezo, envueltos en bruma. La marcha es ahora presurosa. Desde las coteras el manchón hosco de los cientos de paraguas, parecerá un inmenso féretro detrás del acetre y de la cruz. La peana multicolor de la Santuca se balancea ya a la otra parte de Frama… Así todos los años, en el mes de mayo, hace seis, siete siglos… Esta procesión hace un recorrido de cerca de 25 kilómetros.

La mano seca

El espolique descansa ahora a nuestro lado en la silla pajiza de una venta… Sigue parlando sin cesar:

-"A la Santuca no se la pueden quitar las ropas que lleva debajo de la capa. Al que se atreva a quitarla esa ropa dicen que se le seca la mano…".

Manuel Llano

Potes, 3 de mayo 1931


Relacionado:

.- La virgen de la Luz. Reportaje.

.- Poesía a la Santuca escrita por Soco Sandi y publicada en "Luz de Liébana" en 1998 en el nº 375.

.- Poesía a la Santuca escrita por Luis Martínez y apareció publicada en "Luz de Liébana" en 1994 (nº348)


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