Píldoras de Historia

Los serradores

En el verano de 1919, hace ahora, pues, cien años, La Voz de Liébana se ocupó en varios de sus números de los aserradores o serradores, poniendo de relieve la importancia económica que tenían para sus familias y pueblos.

Los serradores eran jóvenes lebaniegos que abandonaban la comarca durante buena parte del año, cuando el trabajo en ella escaseaba, y se iban "a la sierra", a la corta de árboles, a distintas zonas (Campoo y resto de la entonces "provincia de Santander", Asturias, País Vasco, Navarra, ...). La vuelta se producía para el verano, de modo que estaban nuevamente en el pueblo cuando se les necesitaba para la cosecha de la hierba, fundamentalmente.

Era ésta una emigración estacional que venía haciéndose en Liébana desde muchos siglos atrás. Ramón Lanza, en su estudio sobre la evolución de la población lebaniega durante el Antiguo Régimen, muestra la importancia que alcanzaba sobre todo en algunos concejos. Así, cuando, hacia 1752, se elabora el Catastro del Marqués de la Ensenada, «unos ciento treinta en los concejos del valle de Valdeprado y otros, cuyo número no recoge el Catastro, de Bejes y Cabañes en Cillorigo, de Espinama y Cosgaya en Valdebaró, y de Bárago, Barrio, Dobres, Ledantes y Villaverde en Cereceda» salían "a sierras" en invierno.

Destaca Lanza, como muestra de la importancia que tenía esta actividad, «el interés de los párrocos por incluirlas en las tazmías y por cobrar el diezmo a cada serrador, que sería "dentro de la provinzia de diez uno y fuera de ella de beinte uno", como en Buyezo».

Si eso ocurría antes de mediados del siglo XVIII, en 1919 La Voz de Liébana muestra con datos estadísticos la importancia de los serradores, centrándose en el valle de Valderrodíes, que es, como ya pasaba en 1752, donde mayor alcance tenía. Leemos:

«Componen este valle cinco pueblos: Lamedo, con 28 vecinos, entendiéndose por tales, tanto ahora como en lo sucesivo, los hogares, así que cuento entre ellos a familias compuestas por mujeres solas y en las que, por tanto, no puede haber serradores; cuenta este pueblo con 29 serradores que, calculando las economías traídas por cada uno en un término medio de 750 pesetas, con lo que me quedo corto, pues en estos últimos años de la guerra hacen ascender a 1000 dicho término medio, resulta un total de 21.750. Buyezo con 32 vecinos y 40 serradores que hacen un total de ingresos en el pueblo de 30.000 pesetas. Torices tiene 25 vecinos y 13 serradores que hacen un total de ingresos anuales de 9.750 pesetas. San Andrés: vecinos 25, serradores 12, ingresos 9.000 pesetas. Perrozo: vecinos 50, serradores 15, ingresos 11.250 pesetas. Total de vecinos del valle 160; total de serradores 108, total de ingresos anuales en el valle por conducto de estos últimos 81.750 pesetas».

R.D.C., el firmante del artículo de La Voz de Liébana (probablemente, Ricardo Díaz Cuevas), seguía exaltando los logros de estos serradores: «Téngase en cuenta que el serrador sólo está fuera unos ochos meses y que el resto del año lo emplea en ayudar a la recolección en sus casas y además de esto saca no despreciable cantidad de la recolección de la yerba en las comarcas limítrofes, como en Polaciones, a donde se va a siegas». Consecuencia: «hay familia con cuatro serradores que economiza anualmente más de 3.000 pesetas y como todo este dinero de que vengo hablando no se duerme, sino que después de desempeñar las casas que se encontraban con deudas y de conseguir la independencia económica se emplea en ganados, fincas, etc., resulta que las casas de los serradores prosperan de un modo notable».

De los nombres de los serradores de Buyezo y San Andrés, que «llenos de salud y de dinero», habían vuelto aquel verano de 1919 a su pueblo, había quedado constancia en otro número anterior de La Voz de Liébana. Eran ellos, de Buyezo: Alfonso Martínez; Demetrio, Jerónimo y Tomás Martínez Alonso; Santos, Mariano y Fidel Vélez; Tomás, Valeriano y Florentino Martínez Garrido; Eutimio Garrido; Baldomero y Bernabé Cires; Marcos, Prudencio y Lorenzo Briz; y Antolín, Máximo y Tomás Lamadrid. A San Andrés llegaron: José Lamadriz, Ceferino Palenzuela, Jesús y Domingo Señas, Emilio Rada, Emilio Díez, Julián Heras, Julián Redondo, Gregorio Macho, Tomás García y Salvador García.

Son ellos parte de todos aquellos serradores que hace 100 años, como antes, durante siglos, sus ascendientes, y como después harían, todavía alguna generación más de lebaniegos, marchaban por temporadas a la sierra, permitiendo subsistir y recuperarse a sus familias y pueblos.

© Gabino Santos Briz, 12/07/2019
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